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    LA   ETERNA  INFANCIA  DEL  AJOLOTE

     

     

     

    Texto   Allan Paul Mallard    

         

     

    Cuando el Barón Von Humboldt llevó al célebre  naturalista Georges Cuvier dos ajolotes, el concepto científico que sobre ellos se tenía cambió por completo.

     

     

     

     

     

    Clasificación  Zoológica

     

    Clase: Amphibia

     

    Subclase: Urodeles

     

    Orden : Salamandroidea

     

    Familia  : Ambystomidae

     

    Subfamilia: Ambystominae

     

    Género: Ambystome

     

    Especie: Axolotl

     

     

     

     

     

     

     

    Los anfibios , del griego  anfi= ambos, bios= vida  son animales que pueden vivir en agua o en tierra. En general se caracterizan por sufrir una metamorfosis que les permite pasar de una vida acuática a una vida terrestre. Viven su desarrollo larval en el agua y su vida adulta en tierra, regresando al agua para reproducirse. Al menos eso creía la ciencia europea del s.xv111  hasta que Alexander Von Humboldt llegó de México a París  con dos extraños animales que entregó al célebre naturalista Georges Cuvier.

     

     

     

    Aunque los humanistas del nuevo mundo ya se habían ocupado de describirlo, esa fue la primera vez que las comunidades científicas europeas se topaban con el excéntrico ajolote, que de inmediato se convirtió en el centro de una gran polémica.

     

     

     

    Qué demonios era aquello ¿

     

     

     

    El ajolote es un ser muy singular. Siendo tan distinto de todos los otros animales, no es extraño que su rara belleza sea injustamente confundida con fealdad.

     

    Mide cerca de 15 cm de largo, posee cuatro extremidades rematadas en frágiles dedos y tiene una aleta que le corre por el dorso hasta convertirse en una cola comprimida lateralmente. pero sin duda lo más  singular de este animal reside en su cabeza que, separada del tronco por la parte de abajo, es rematada en ambos lados por tres pares de branquias largas y plumosas que pulsan de tiempo en tiempo. Sus ojillos eternamente abiertos son dos minúsculos puntos dorados que parecen mirar tanto al exterior como al interior.

     

     

     

    Aunque según la anatomía comparada el ajolote parecía ser una larva de salamandra, los zoólogos fueron incapaces de decidir en que lugar de la clasificación de los anfibios debían colocarlos.Aún cuando parecieran larvas de salamandra eran ya capaces de reproducirse y esto los convertía en una nueva especie.

     

    El enigma se resolvió hasta 1865 , cuando los descendientes de unos ajolotes  llevados a París se convirtieron en salamandras adultas.

     

     

     

    Cuál es pues la solución. El ajolote no se desarrolla como los demás anfibios. De hecho no se desarrolla, vive en una infancia perene. El ajolote, fase larval de la salamandra tigre, ( ambystoma tigrinum)  se encuentra mejor adaptada a su medio que la fase adulta ya que no sufre una metamorfosis sino que mantiene características juveniles. La condición que le permite alcanzar la madurez sexual en el estado larval y completar su ciclo vital dentro de un medio acuático ( más amable que el terrestre ya que en él no es necesario economizar el agua del cuerpo)  se llama Neotenia y es producida por la carencia de una hormona llamada tiroxina que se encarga de estimular el crecimiento. El ajolote cuenta entonces con un mecanismo inhibidor del proceso hormonal que actúa según las condiciones del medio y tiene el potencial oculto para cambiar como respuesta a un cambio en dichas condiciones. Por ello es una especie que está en posibilidad de aprovechar las ventajas del ambiente acuático o del terrestre.

     

     

     

    En cautiverio puede inducirse artificialmente la metamorfosis del ajolote mediante el suministro de tiroxina. El paso del ajolote a la vida adulta, es decir, su metamorfosis en salamandra, involucra la pérdida de las branquias y la aleta caudal, el desarrollo pleno del sistema pulmonar, el desarrollo de párpados indispensables para evitar la desecación de los ojos una vez iniciada la vida terrestre.,además de cambios de coloración, de dieta y de temperamento. Este proceso de metamorfosis una vez iniciado es irreversible.

     

     

     

    El ajolote vive en un universo líquido de agua fangosa , cambia de piel periódicamente y es de un color verde parduzco o moteado, aunque el albinismo es relativamente común. Viviendo en aguas estancadas en que la concentración de oxígeno llega a ser extremadamente baja, complementa su respiración branquial con un rudimentario sistema pulmonar. Por ello sube a la superficie cada siete minutos por una bocanada de aire. Ya que sus ojos están localizados a los lados de la cabeza y no comparten el mismo campo de visión, el ajolote depende básicamente del olfato y del tacto para cazar los pequeños peces  , insectos del agua m crustáceos y  gusanos que conforman su dieta. Con frecuencia los ajolotes se muerden mutuamente las  branquias , las patas y la cola, pero cuentan con una asombrosa capacidad de regeneración.

     

    Presenta además un caso extraño en los anfibios de fecundación interna. Tras un complicado cortejo el macho lanza un saco de esperma llamado espermatóforo  que cae al fondo para que la hembra pueda posarse sobre él y recogerlo con su cloaca. Transcurrida una semana la hembra deposito entre 200 y 600 huevecillos pegajosos que se adhieren a las plantas. El desarrollo embrionario dura dos o tres semanas y al nacer los ajolotes miden unos 12 milímetros. En un año habrán crecido hasta su tamaño definitivo.

     

     

     

    Así transcurre la vida de los ajolotes, flotando inmóviles , ajenos al tiempo gravitando como piedras vivas  a través de sus infancias melancólicas y eternas.

     

     

     

    Este desconcertante animal mexicano responsable de tanta polémica entre los científicos europeos extrañados al verlo por primera vez era muy común en los lagos del Valle de México. Lagos inmensos con impetuoso oleaje. Lagos surcados por millares de trajineras e inclusive por barcos de vapor con todo y camarotes que servían de resguardo para aventuras amorosas, pues tardaban toda una noche en navegar desde el puerto de San Lázaro hasta Chalco.

     

     

     

    En esa época hacia la cual volteamos involuntariamente con añoranza, era costumbre comer el ajolote en guisos de chile verde y nopales., y aconsejar a las muchachas jóvenes que no se bañaran

     

    Desnudas en los lagos, pues los ajolotes, gustaban según creencia común y vulgar, de introducirse en las mujeres y dejarlas preñadas.

     

     

     

    Para el mundo prehispánico, el ajolote, estaba asociado con el Dios Xólotl  mellizo de Quetzalcóatl. Esta identidad podría tener una fundamentación de orden visual ya que los ajolotes suelen morderse las patas hasta arrancárselas mutuamente. Una vez sin sus frágiles extremidades, un ajolote tendría la apariencia de una serpiente emplumada. Pero más allá de estas conjeturas, el Dios Xólotl interviene en el mito azteca de la creación del quinto sol. Rehusando sacrificarse para dar movimiento a los astros, huye a esconderse en el agua en forma de ajolote. Pero todo es en vano pues los otros dioses lo descubren y es sacrificado. Así los astros adquieren movimiento.

     

     

     

    Pero los aztecas tenían una relación más próxima y terrenal con los  axolotl. Preparado en tamal con venas de chile seco. Era una de las delicadezas de la comida prehispánica. Merecimiento para la gente y comida de los señores., como declaran los informantes indígenas de Fray Bernardino de Sahagún,

     

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